Si tu hijo o hija adolescente tiene un comportamiento agresivo, te falta al respeto, te grita, te amenaza, no muestra interés por sus responsabilidades en casa ni en los estudios y lo ves desmotivado… es fácil que como madre o padre te preguntes ¿qué he hecho mal?
Una pregunta que seguramente te hará sentir culpable y te resultará limitante…
Aunque no lo parezca creo que es bueno hacerse esa pregunta, no en vano eres su madre o su padre y responsable de su educación. Sin embargo, hay que responderla en términos razonables y no con una visión culpable de lo que hubieras debido de hacer y no hiciste.
En este artículo, sin duda, encontrarás algunas respuestas.
Te planteo la cuestión con unas consideraciones previas.
La desmotivación y el desinterés es también un comportamiento agresivo, no tan visible pero agresivo al fin y al cabo hacia él o ella misma, lo que es quizá más perjudicial aún, ya que el impulso natural y espontaneo de cualquier ser humano y en especial de un adolescente es ir hacia el mundo y las relaciones.
Es especialmente en la adolescencia cuando las personas empezamos a mirar a las que nos rodean con la finalidad de compartir y sentirnos participes. Nuestros pares adolescentes pasan a ser nuestra prioridad con la finalidad de entrar en el mundo acompañados e integrarnos en la sociedad.
Cuando el adolescente se desmotiva también se niega ese impulso natural de pertenecer, dar y recibir, compartir, desarrollarse y sentirse útil, y esto le lleva a la desvalorización y la autoagresión.
Por esa razón, algunos de ellos y ellas abandonan los estudios y se acercan a otros adolescentes o jóvenes marginales (aún mantiene el impulso por compartir) apartándose de la sociedad como una expresión de desprecio hacia ella, pero también como una expresión de desprecio hacia sí.
Ese desprecio, esa agresividad se expresa también hacia ti como la persona que representa a esa sociedad.
Y no deja de ser lógico pues cuando tu hijo o hija era pequeño o pequeña interpretó el mundo a través de tu mirada. Tú te encargaste de poner las normas que la sociedad demandaba para que pudiera integrarse en ella dándoles el amor y el apoyo necesarios para dicho fin.
Y lo hiciste de la mejor manera que supiste y pudiste, podríamos decir que lo hiciste bien en términos generales (no existen los padres y madres perfectos) sino tu hijo o hija no hubiera llegado hasta el día de hoy.
No obstante, eso no quita que, para sus ojos (esto es muy importante y luego volveré sobre ello) eres la responsable de su malestar por representar al mundo, como decía, y también porque, dado que tú deseas que normalice su vida, sin darte cuenta le recuerdas su frustración e impotencia para integrarse en el mundo “normal”, el tuyo, cosa que desea.
Compartís el mismo deseo y los mismos sentimientos de frustración e impotencia. Y no deja de ser paradójico que, compartiendo sentimientos muy similares no podáis sentiros más cercanos porque vuestra forma de comunicaros os lo impide… por el momento.
Pero… ¿Qué hace que un adolescente llegue hasta este nivel de desmotivación, frustración y agresividad?
La percepción de las expectativas de mamá y papa sobre él o ella.
Lo que él o ella percibió que su mama y su papa esperaban de él o ella.
Y quiero hacer especial énfasis en la frase “lo que tu hijo o hija percibió que se esperaba de él o ella” para que no te sientas culpable.
Te explico a qué me refiero con percibir.
Desde que era pequeño o pequeña, tú esperabas de manera consciente o inconsciente un comportamiento determinado de tu hijo o hija y así se lo hiciste saber, de la forma que te pareció más correcta y adecuada.
Emitiste un mensaje de forma explícita e implícita con palabras y comportamientos.
Pero como pasa con todos los mensajes pueden llegar al receptor, pueden no llegar o pueden llegar distorsionado.
Si hacemos un símil con la comunicación telefónica podríamos decir que el mensaje llega si se descuelga el teléfono, y puede escucharse con más o menos dificultad en función de las interferencias de la línea. Si eres usuaria del móvil desde hace años seguro que recuerdas aquellas conversaciones imposibles en lugares de baja cobertura.
Pero los seres humanos no somos terminales telefónicos ni nos comunicamos digitalmente en 5G, más bien somos analógicos y comunicamos con muchísimas interferencias, de las cuales a veces somos conscientes y las más de las veces somos inconscientes. Para colmo de males hay que añadir que las personas siempre comunicamos porque es imposible no comunicar. Incluso cuando no queremos decir algo ya estamos comunicando con gestos, silencios, movimientos, etc.
Si todo esto lo ubicamos en el contexto familiar podemos darnos cuenta de las dificultades. Tú y tu hijo o hija habéis compartido muchísimas cosas, os habéis comunicado en todas las ocasiones, la mayoría de las veces de forma inconsciente y además os habéis encontrado con muchísimas interferencias también, en gran medida, inconscientes así que no es de extrañar que su percepción sea otra muy diferente a la que tú crees.
De manera que, si tú has tenido y tienes unas expectativas al respecto del comportamiento de tu hijo o hija, primero como niño y después de adolescente es muy fácil que él o ella haya percibido otras.
Y además hay que añadir, para ponerlo más difícil, algo de lo que me di cuenta en los años en los que trabajé gestionando los mal llamados recursos humanos:
A todas las personas, tengan la edad que tengan, les gusta saber que se espera de ellas, qué expectativas se depositan en ellas.
Y lo que también aprendí es que si uno no sabe lo que se espera de él o ella simplemente se lo inventa porque necesita saberlo. Poca gente soporta la ambigüedad, da ansiedad y para eso tenemos la fantasía, para llenar los vacíos de la percepción y calmar nuestra ansiedad.
La siguiente fórmula lo deja más claro:
Lo que tu hijo o hija cree que se espera de él o ella = lo que ha percibido de papá y mamá + lo que ha imaginado que papá o mamá esperaban de él.
Y eso, en el caso de adolescentes agresivos y desmotivados, puede dar lugar a una serie de pensamientos lógicos en su cabeza como los que siguen…
– Lo que percibo que se espera de mi = algo inalcanzable para mí
– Pero debería alcanzarlo porque se espera de mí, aunque no pueda.
– Debería poder y no está claro que algo me lo impida pues de mamá o papá he percibido que soy capaz.
– Así que será que no quiero.
– Aunque debería querer pues es lo que de mamá o papá he percibido que se ha de querer.
– Y si no quiero soy malo (también he percibido lo que está bien y lo que está mal) y si no puedo soy incapaz.
Así que con esta lógica su comportamiento será agresivo y desmotivado. Su impulso natural hacia el crecimiento personal y social queda interrumpido, aunque latente en su interior. Un interior dividido entre lo que su mente le dice y lo que su corazón siente. Por eso muchas madres y padres me decís que en el fondo es un buen chico o chica.
El asunto de las expectativas es francamente delicado y no es fácil que un hijo o hija interprete correctamente lo que se espera de él o ella. Lo que todas las personas esperan y necesitan es que las quieran y las acepten tal y como son, y un adolescente agresivo y desmotivado no es una excepción, aunque nos lo ponga muy difícil.
Te propongo un ejercicio:
Cada día observa el comportamiento de tu hijo o hija adolescente y anota en una libreta o diario una característica, un comportamiento, una cualidad que valores en él o ella y una razón por la que le o la quieres. Cuando pasen dos semanas escoge una o varias de ellas y comunícaselas. Procura ser concreta y específica.
Si quieres más información de cómo puedo ayudarte a disponer de herramientas, recursos y pautas eficaces para recuperar la armonía familiar con tu hijo o hija adolescente agresivo y desmotivado te animo a que contactes conmigo.
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